A veces, en raras, pero no imposibles ocasiones, brevísimos instantes, perdemos la certeza de nuestra ubicación en el tiempo y el espacio.
En este punto, límite, se desdibujan las fronteras.
Se confunden las legalidades.
Se desintegran significados con pena aprehendidos, se recombinan, pero no generan ningún efecto nuevo. Escribimos lo que nos pasa, quizá así obtengamos un conjuro que nos proteja. Comienza a aparecer una serie de imágenes, una suerte de torbellino que se mezcla y se desmezcla, giran, toman postas. No hay pausa, sino continuidad, surge la sospecha por la conservación de la cordura, o la entrada a una dimensión extraña.
Espionaje a cuñados y familiares de víctimas de terrorismo; a empresarios, sindicalistas, opositores. Retorno de viejos predadores jurásicos, a cargo de la Educación en la ciudad. Patotas oficiales que echan a golpes a indigentes de espacios más propios de gente como uno.
Cartas a embajadas, republicanismo vacío, acusación de narcotráfico y arrugue, cruz gigante para gustarle a los católicos, discurso pseudoprogresista para cierta gilada. El maxikiosco debe estar bien surtido, porque los gustos de los clientes son variados: defender ADN del privilegio, no olvidar advertir sobre la emboscada, y sobre el odio que “la gente” le tiene a los Ceacescu, los Hitler, que los quiere matar. La gente, no la iluminada dirigente, se entiende.
Súbita preocupación por la pobreza, la libertad de prensa, los fondos de los jubilados y la inseguridad en todas sus vertientes, obviamente, sin soslayar la jurídica, que preocupa tanto al pobre imperio. Podríamos alucinadamente estar inmersos en la Revolución Francesa, ya que algún patriota del proletariado de la Rural propone descabezar gobernantes.
Más discursos progresistas (o como se los quiera llamar), defensa del medio ambiente, del ferrocarril, etc. etc. etc., lo que no quita que nos prendamos al furgoncito de la historia que va para la derecha, total, éste (el nacional) es un gobierno de derecha con un discurso de izquierda. Rememora el discurso de la vieja Unión Democrática… es una película ya vista, aunque cambie el director, y la conciencia tranquila. Sigan plantando arbolitos nomás, que es bueno para la ecología.
Siguió girando la calesita, y de pronto veo a un Vicepresidente candidato de la oposición…
Un vicepresidente candidato de la oposición….
Bañado en sudor, con palpitaciones aceleradas, pude, al fin, abrir los ojos, desorientado, huérfano de toda certeza, tuve mi salvación cuando, por el radio reloj, la voz de Magdalena increpando al Jefe de Gabinete por el tamaño de sus bigotes, me devolvió a la maravillosa realidad que disfrutamos cada nuevo día.
Lo más importante, había salvado mi salud mental, ya que era sólo había sido un sueño.
Claro, a qué idiota se le ocurre que esto pudiera ser cierto.
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