Asistimos, en este momento, al inicio de otra fase, de otra etapa, en la modalidad de la discusión por el poder en la Argentina.
Los resultados electorales de Junio 2009 determinaron que, si bien el Frente para la Victoria continúa siendo cómodamente la primera minoría, perdiera una cantidad de bancas propias y de algunos aliados, por lo cual, per se ya no tiene ni remotamente la capacidad de maniobra de antaño. Capacidad de maniobra que, a poco de sufrir la derrota electoral del 28/06, recobrara la iniciativa y prosiguiera con su camino transformador: Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, retorno de Aerolíneas Argentinas al estado (que no olvidemos, estaba siendo llevada a la quiebra por Marsans),nacionalización de los aportes jubilatorios, Asignación a la Niñez, planes de contingencia ante la crisis económica mundial como el Repro, por citar algunos, que han permitido sobrellevar la situación de una manera eficaz y digna, sosteniendo las fuentes de trabajo. Todas estas medidas forman parte de un programa de transformación que abarca no sólo lo económico, sino también lo político y lo social. En efecto, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández han reintroducido la política como eje decisorio, desplazando a los poderes económicos, han implementado mecanismos para dos aumentos jubilatorios por año, fomentado las cooperativas de trabajo. En sus gobiernos jamás se ha reprimido la protesta social.
Ahora, el “colectivo opositor” puso junto lo único que tiene en común: un sentimiento hacia todo lo que representa el kirchnerismo que va desde la aversión, en parte de su espectro, y llega al odio acérrimo en otro. Se produce el asalto a las comisiones, se irrespeta la proporcionalidad de cargos en relación a los votos, porque había que satisfacer al “gran elector”: Carlos Menem volvió a ser rubio y de ojos celestes. Y, narcisista hasta la tumba, los dejó en espera durante una semana en castigo por el ninguneo, por el ostracismo político al que lo habían confinado. Pero su odio al kirchnerismo y cargos en distintas comisiones, lo convencieron para volver a tener su momento de gloria, y, ya clásico en él, cometer el despojo.
Ya se venía desde Diciembre pujando por el pago de deuda externa con excedentes de reservas del Banco Central, lo que nos trajo toda la novela de Redrado (¿quién se acordará de él en poco tiempo'?) y la acertadísima designación de una técnica brillante y comprometida como Marcó del Pont. Con la judicialización del tema que promovió la oposición (y créanme que soy totalmente incapaz de seguir todos los avatares en la justicia) Cristina Fernández abre el nuevo período legislativo con un discurso desafiante : presenta un nuevo decreto para el uso de reservas en pago de la deuda externa, y ya el B.C.R.A. tenía la instrucción del giro de fondos. El conglomerado opositor responde no aprobando el pliego de Marcó del Pont, lo que genera una escalada aún mayor. Pero no conformes con esto, y en consonancia con la apropiación de las comisiones, están prestos a coparticipar la ley del cheque, por lo tanto, seguir bajando el dinero del que dispone el Gobierno Nacional para estrangularlo. Es decir, no sólo complicar la financiación de los servicios de deuda en este año, sino también disminuir su margen de acción en tanto posibilidad de obras públicas, que eventualmente pudieran mejorar su imagen pública. Cristina Fernández reclamó de la oposición propuestas alternativas que no paralizaran obras, que no bajaran salarios, que no bajaran fuentes de trabajo, y juró que aceptaría dichas propuestas si eran mejores que las de su gobierno.
No tuvo muchas respuestas.
¿Qué quiere, entonces, la oposición ? Todos, sin excepción, quieren el desgaste de este gobierno, como lo anunciara el prohombre campestre Eduardo Buzzi hace ya tiempo, dado que éste es un plan de vieja data. Pero, todos y cada uno de ellos tiene una constelación de condicionamientos, dentro de los cuales hay dos que se destacan sobre el resto: sus posibilidades electorales para ser gobierno en el próximo turno y el espacio y tratamiento que tendrían ahora en los medios masivos de comunicación.
Así, a teórica izquierda del gobierno, Proyecto Sur & aliados son en este momento tolerados por el establishment y grandes medios de prensa porque sus propuestas les son absolutamente inofensivas. Podrán acordar con el resto de la restauración conservadora algún acompañamiento en tratamiento de ley, pero no se votará nunca. Y mediáticamente es conveniente tener voces de izquierda castigando al gobierno, porque de ese modo desarticulan el carácter conservador y destituyente del accionar. Aclaro que les otorgo a los compañeros mencionados buena fe, están sinceramente convencidos de que van a tener un espacio para sus propuestas. GEN y Socialistas, ofrecerían una versión más atenuada de lo dicho precedentemente, con la diferencia que aún, al menos a nivel legislativo, y por el momento, forman parte de un grupo mayor: el Acuerdo Cívico y Social, conjuntamente con la UCR y la santa inquisidora de nuestros tiempos, Carrió. Pero justamente son dos socios minoritarios, que ven las tensiones in crescendo de sus socios mayores, y en particular, la mezcla de odio ciego y gélido cálculo que son las agresivas posturas de Carrió, cada vez más querellante, cada vez más destituyente. Un buen ejemplo de lo que estamos diciendo es que en la U.C.R., quizá el partido con mayores posibilidades presidenciales, ya varios dirigentes están alertando que este estrangulamiento al gobierno necesariamente condicionaría al hipotéticamente suyo, lo que los hace más proclives de un acuerdo con cierta sensatez. La vocera de Clarín y del apocalipsis, cada vez más lejana a las preferencias populares, acusa de miedoso a cualquier opositor que pretenda no obstruir la gobernabilidad. Y se cuida de hacerlo ante los medios, como condicionante ya mencionado. Políticamente perverso: quien pretenda aportar un mínimo de racionalidad política, es automáticamente estigmatizado. Es irónico que esto lo ejerza justamente quien sostiene un discurso republicano y moralista a ultranza, pero es la misma que, no conforme con las cartas a las embajadas, se apresta a hacer lo mismo ante la OEA, alertando sobre el avasallamiento de poderes en Argentina… peligrosos gorilas acechan en la niebla.
Los otros presidenciables intentan llegar por la vía del llamado “peronismo disidente”( y uno debería preguntarse si la disidencia no es en relación al pueblo). Acá el abanico es impresionante:Eduardo Duhalde, Carlos Menem, Reutemann, Solá,y hasta Macri y de Narvaez. Juntando a todos, no se les cae ni una sola idea distinta a la aplicadas en los 90, en que siguieron al riojano como atentos discípulos.
Con proyectos y ambiciones distintos, y a veces, hasta encontrados, hay, sin embargo, un punto que la oposición más dura tiene en común: Obligar al Gobierno a traicionar sus postulados, llevándolo hacia el Ajuste. Se ubican en este lugar Duhalde, Carrió (y su chirolita Morales), Macri, de Narvaez, los Rodríguez Saa. Cuentan con el incondicional apoyo del multimedio de la corneta y de la patota campestre, entre otros notables.
Es éste, según la humilde opinión de quien suscribe, el punto al que se están dirigiendo ahora. Se trata de destituirlo no tanto como un abandono anticipado del gobierno, sino como ejemplo de posibilidad cierta de cambio de estructuras, de lucha por lo nacional y popular. Lo que se busca destituir es el camino a una sociedad más justa e inclusiva, y la mejor manera, la más maquiavélica, sería la de convertir al kirchnerismo en otro más de la serie que estuvo en el poder hasta el 2002: domarlo, ponerlo al servicio de los intereses de la banca, la Iglesia, los grandes capitales concentrados, dándole la espalda a su pueblo.
Sería éste, con certeza, el mayor triunfo de la restauración conservadora, ya que quedaría su relato, su discurso, su visión de la sociedad y el mundo como el único posible.
Llamo, humildemente, a la reflexión y al diálogo a los compañeros de los partidos populares; dejemos los discursos enlatados y busquemos soluciones dignas, pensando en nuestros hermanos más desprotegidos y castigados. Estamos ante una encrucijada histórica de cuyo resultado dependerá el tipo de país que dejemos a nuestros hijos. Estemos a la altura.
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