En ciertas ocasiones, uno tiene ganas de escribir, pero no hay un tema puntual, específico, que lo impulse a hacerlo, que lo convoque. Existe, si se quiere, una suerte de necesidad de "hacer algo" con esa pantalla empecinada en estar en blanco.
Acaso remede algún recuerdo infantil, el de esas historietas que llenaban de fantasía mi infancia, donde algunos de los personajes que más admiraba eran errantes: "Nippur de Lagash", un guerrero sumerio, "Gilgamesh, el Inmortal" (del cual tengo un recuerdo más difuso), "Argón, el Justiciero" y en TV, series como "El Túnel del Tiempo", "Viaje a las Estrellas", y, por supuesto, otra que ha tenido su influencia en mi vida: "Kung Fu", que despertó mi amor por las artes marciales chinas que practiqué hasta hace apenas un año.
En todo lo que he nombrado, historieta o serie, la trama de su vida está en el camino. No importa el motivo por el cual se producía, y mucho menos, cuál era el destino final buscado, porque, al cabo, éste siempre se revelaba como un horizonte siempre lejano. Entendámonos: todos tenían una búsqueda, un objetivo, un punto de llegada. La gracia (humana si las hay) era justamente no alcanzarlo, porque significaba el fin. Era, de acuerdo al poeta, hacer camino al andar, desafiar esa predecible y agobiante línea recta que va del nacimiento a la muerte.
Claro, vidas de historieta o de película, acaso como la del Che, un itenerante de su propio deseo libertario, esas vidas para las que la de uno jamás dará el pinet.
Vidas trágicas, la felicidad les estaba en buena medida negada, o al menos requería del pasaje por una serie de peripecias para llegar a un provisorio buen puerto, ciertamente un destino que no es para todos, porque no tenemos un deseo tan abrasador: el del héroe.
Pero, algo es algo, cada uno de nosotros tiene un cierto espacio que puede dedicar a la errancia, cada quien a su modo: algunos toman un ruta (concreta) y le dan para adelante; otros, tendemos más a ser "andariegos mentales", preguntones en busca de preguntas más que de respuestas. Al cabo, si el camino tiene un sentido es para ser andado, y si por algo la vida vale la pena, es porque tiene la muerte en su horizonte. Ah, la muerte ! Cuánto se dice acerca de lo que no se sabe (lógico: cuanta mayor necesidad de recubrir simbólicamente algo, es por su carácter enigmático). Ya que estamos hablando de la muerte : ¿notaron que, por lo general, nos coloca en posición pasiva? La muerte nos sorprende, nos alcanza, nos llega, nos lleva. ¿Seremos tan inocentemente desvalidos ? ¿Será, nomás, el final, o acaso o un principio?
¿Y si en el fondo es simplemente nada? La presunción de inocencia es, al menos, ingenua:
Auswitz, los 30.000, Armenia, Ruanda, los pueblos originarios en todo el hemisferio occidental, las cruzadas, las guerras coloniales y neocoloniales, Malvinas, firmemente lo desmienten.
En todo caso, en estos casos, la muerte ni alcanza, ni llega ni lleva, (agreguemos: casi ni sorprende) simplemente se programa, se contabiliza, se registra y se entierra. Una verdadera industria de la muerte, rentable, por supuesto.
Otras muertes, la de magnos, generan efectos disímiles: enigmáticas, como la de Hitler, que durante décadas generó en sus fanáticos un ansia de Mesías pronto a retornar, la humillante de Mussolini junto a Clara Pettacci; la de Kennedy, sepultando la idea de un Imperio semi-humano, la de Ghandi. víctima de un atentado tan contra su vida como contra su prédica. Para Moreno (Mariano) hizo falta tanta agua para tanto fuego, para la de Alfonsín, [padre] ,según la versión de la recordada Florentina Gómez Miranda,el único que existió, quedará... ¿Qué quedará? prefiero más ver lo que quiso y no pudo, que lo que pudo y no quiso (noten la delicadeza de no meterme con la descendencia) y en esto, lo emparento con Perón, que no dejó hijos, sino esposa y brujo ( me hago cargo de lo que se me diga).
Y voy párrafo aparte, porque se me ocurre que hay muertes que marcan fines, y otras, principios: la sacrificial muerte del Che y Evita, Allende, Martin Luther King, el golpe de la muerte de Néstor Kirchner, cada uno de ellos pateando el tablero con el que les tocó jugar.Aprovechando la metáfora lúdica, barajaron y dieron de nuevo. Dieron, (carajo, qué fácil salió la frase), casi, casi como el comenzar un otro juego, rompiendo reglas simplemente para crearlas nuevas.
Hacía, y hace falta el seguir creando reglas, porque de las impuestas ya estamos hartos.
La historia, al menos nuestra historia, se ha empecinado en ser tan humana que ha atado la vida y la muerte con un sabio cordón indeleble: los de estas latitudes tenemos la ventaja de haber aprendido que también de la muerte surge la vida y no sólo viceversa; que de la postergación deviene la esperanza, y del deseo, el motor del cambio.
Acaso estos héroes de la infancia, caminantes ellos, estén señalando la dirección adecuada: hacer el propio camino, hacer camino al andar. Por eso, bienvenido el carácter de recorrer la propia senda, que, si viene al caso, debiera de ser lo más natural, aunque a muchos los joda.
Y que así sea, por no decir amén.