Contra lo que suele representarse habitualmente, el pensar nunca es “de a uno”
La concepción del pensamiento como un acto individual es tributaria de una posición dominante en un momento histórico, y no un hecho propio de alguna ignota naturaleza humana (por supuesto, hecha a medida de lo que se necesite demostrar).
En rigor, nunca un pensamiento es enteramente original, sino que siempre, necesariamente, es fruto de un intercambio. Se piensa desde algo escuchado, desde algo leído, desde algo que proviene de otra parte. En otras ocasiones, se piensa “en contra” de determinadas posturas, generando de ese modo, una racionalidad ligada a la resistencia.
Pongamos, entonces, algunas cosas en su lugar:
• La imagen del “pensador solitario” es una construcción ideológica, para nada inocente.
• Guarda tremenda relación de coherencia con un modelo social, económico y político.
• Tiene consecuencias, no es de carácter inocuo. Hambrea, mata, brutaliza, somete.
Será entonces, la primer propuesta, la de compartir el espacio de la palabra, comenzando por reconocer que, al surgir de un núcleo social, somos hijos de una cultura, de una visión del mundo.
Si no comenzamos por ver esto, nuestro estar atravesados por lo ideológico (concepción del mundo), no tendremos posibilidad lógica de constituir un pensamiento propio, surgido de nuestros problemas y sus intentos de solución, de nuestro singular modo de ser, de sentir, de actuar, sino que repetiremos con indignante automatismo, las palabras de otros.
Es decir, no hablaremos, seremos tristemente hablados por el Otro .
Nos invito, entonces, a intentar hablar por nosotros mismos. Desde nosotros mismos. La invitación está cursada, la responsabilidad es nuestra.
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