17 ene 2012

OTRAS NOTAS SUELTAS SOBRE LA CUESTIÓN INTELECTUAL

Sepan disculpar: cuando no se escribe nada durante meses, porque no hay un tema que convoque con suficiente fuerza, suele pasar que luego las palabras se atropellen por salir. Este es el caso. Y no está mal re-comenzarlo por este lado, que es el lado del deseo. En efecto, es la característica por excelencia del deseo humano la insatisfacción, y el re-lanzamiento del proceso.
Y el tema que nos ocupa no es en absoluto menor, no por darle una consideración  tan elevada a la cuestión intelectual en sí, porque al cabo, su influencia real seguramente es más modesta de lo qq que l que aparenta, porque en el fondo, lo que más nos importa, es qué posición tomamos frente frente al saber, y, punto omitido en lo escrito anterior, el nudo de la cosa : para qué.
En el post scriptum hacíamos notar que los políticos no entran dentro de lo que socialmente se consideran intelectuales. ¿Será por falta de calificación o porque cumplen otro rol? ¿Tendrá por asidero ese dicho  popular, "el que sabe, sabe, y el que no sabe es jefe"? O, quizá, sea un mandamiento del catecismo antipolítico y de la "moral" (dejo a cada uno la elección de la cantidad de comillas) que lo sustenta? En realidad, en este último caso, se trata de un ocultamiento: suelen desplazar al político entronizando a un "tecnócrata", entiéndase por esto a un funcionario, por lo general con formación económica, que ejecute el diktat elaborado por el poder. Suele argüírse (aclaro que no hablo de Berlusconi) ante crisis complejas, que la solución viene de parte de gente que ostenta un saber técnico, esto es, ciencia económica aplicada en forma pura, "racional", para ordenar...los mercados, y corregir vicios tales como por ejemplo, qué va a comer la población, cómo se va a educar, qué acceso a la salud podrá tener.
Bueno, otros creemos que la cosa va por otro lado. Ya alguien difícilmente encasillable como revolucionario, como fue Platón, hace unos 25 siglos decía que el gobierno no debería ser ejercido por un economista, porque, en términos modernos, no gobernaría, sino que administraría. Cosas distintas, si las hay...
Habíamos mencionado una omisión fundamental en el primer escrito: el para qué. Lo decimos ahora: concebimos al intelectual como aquél que se anima a pensar para lograr la transformación de la realidad. Aquí es donde se anuda realmente la idea que el saber es una construcción colectiva, que requiere necesariamente despojarse del narcisismo y que, al fin encuentra una finalidad: la de la mayor felicidad para la mayor cantidad posible de personas.
¿Qué es esto? ni más ni menos que la definición de política que tenían los griegos hace 2.500 años. ¿Será ésta la razón por la que intelectualidad y política suelen aparecer divorciadas?
Han quedado, indudablemente, muchas cosas por decir: hablar más sobre el mercado del conocimiento y sus técnicos; de las relaciones del sujeto con el saber, de la relación entre saber y poder; del derecho al acceso del conocimiento, y, obviamente, del rol que el Estado juega en esto, pero vale como punta para seguir pensando.








NOTAS SUELTAS SOBRE LA CUESTIÒN INTELECTUAL

Desde hace ya varios dìas,  tenemos noticias de la apertura de distintos "espacios de intelectuales" para discutir sobre la realidad nacional. Bienvenidas las discusiones si tienen sustento.
Siempre resulta interesante tratar de pensar, en este laberinto que son las palabras, què muestran y què ocultan, què sacan a la luz y que enmascaran. No intentaremos definir què es un intelectual, ni tampoco establecer cuàl debiera ser su rol, sino màs bien nos proponemos tratar de pensar algunas cosas alrededor de què es lo que habitualmente nos representamos por "intelectual", y, en el mejor de los casos, que se nos genere alguna pregunta sobre el ròtulo "enlatado" para consumo.
La primer generalizaciòn es la de ligar la intelectualidad con lo acadèmico.  En nuestra cultura, no sòlo hay que saber, sino tambièn este saber debe ser "legalizado": algùn Otro, la Universidad, deberà sancionarlo, para que tenga validez.  Pero, esto es claramente insuficiente, porque, si nos basàramos solamente en este criterio, podrìan caer dentro de la misma bolsa Eugenio Zaffaroni y Fernando de la Rùa, por cierto, ambos catedràticos.  ¿Serà entonces un criterio cuantitativo, como por ejemplo, la cantidad de libros editados ? Acà tambièn tendrìamos la complicaciòn de tener que incluìr en este nuevo conjunto a Horangel, Jorge Asìs o Luis Majul, todos ellos de cuantitativamente prolìfica producciòn "literaria". Bueno, parece que con este otro criterio tampoco alcanza.
¿Y si probamos con la erudiciòn ? segùn el Diccionario de la RAE, un erudito es alguien "instruido en varias ciencias, artes y otras materias".  Pero fijèmonos bien, dice "instruido", es decir, que ha recibido instrucciòn,  conocimiento, lectura. Pero, ¿se es intelectual por lo que se sabe o por lo que se enseña ? Punto èste, para mi gusto, de la mayor importancia, al que volveremos màs adelante.
Nòtese tambièn, que hay otro segmento de, llamèmoslos asì provisoriamente, trabajadores del pensamiento, que no suelen estar denominados como intelectuales: son aquellos en los que prima la especializaciòn, y que conocemos como cientìficos. No creo que nos resulte frecuente concebir a Salk, Sabin, Freud, Leloir, Curie o al mismìsimo Einstein como intelectuales: si su estatura lo permite, seràn considerados "genios", y si no, grandes cientìficos, pero no se los rotularà como intelectuales. Hipòtesis: porque se han destacado enormemente sòlo en una parcela del conocimiento, y se los suele limitar a una asociaciòn directa y reduccionista con "su" descubrimiento, sea èste el bacilo de Koch, la teorìa del inconsciente o la de la relatividad. Acà, bien podrìa decirse que la obra devora a su creador.
Y ya que nombramos a Freud, no està de màs recordar lo que recomendaba a alguien si realmente querìa conocer el psiquismo: que recorra las fàbricas, los bares, los prostìbulos y los puertos, allì encontrarìa mayor "saber" sobre la condiciòn humana que en muchas bibliotecas bien nutridas.
A nivel de la imagen imperante, la figura del intelectual es la de una persona (predominantemente hombre) que, en solitaria reflexiòn, ilumina con su pensamiento, con sus ideas,  al vulgo. Acà encontramos que hay una posiciòn activa por parte del intelectual, que proporciona las ideas,  y una actitud pasiva de quien las recibe y asimila.  
Otra generalizaciòn posible acerca de la percepciòn de "intelectual" es cuando èste nos es presentado como tal por otro tipo de instituciones distintas que las acadèmicas: por ejemplo, los medios de comunicaciòn. En este caso no se trata de una validaciòn estricta y solamente ligada al saber catedràtico, sino del "analista", aquel que sabe leer los signos de la realidad y oficia de divulgador: casos como Mariano Grondona y Josè Pablo Feinmann, por ubicar un par antitètico. Creemos que este es un punto muy importante en la percepciòn de què es un intelectual, por su asociaciòn con la difusiòn de ideas y posturas, ya que se convierte en un Otro al que se le supone saber (y, segùn la enseñanza de Foucault, saber es poder).
Por ùltimo, un intelectual lo es en tanto se ocupa de campos amplios y de certidumbre poco probable, por eso es tan proclive a albergar a filòsofos, cientistas sociales, escritores, conocedores del arte. ¿O alguien conoce a un fìsico, matemàtico o astrònomo en tanto tal con ese nombre ?.
Llegados a este punto, pareciera que la construcciòn de la figura del intelectual tal como habitualmente nos la representamos reposa sobre el genio y el esfuerzo del sujeto  individual, con un recorrido de reconocimientos acadèmicos y una formaciòn que le permite abordar las màs diversas cuestiones con la autoridad de su saber, que lo ubica activamente como generador de ideas y lector privilegiado de la realidad.
En cambio, y tal como sostenìamos al inicio, sin pretender dar definiciòn alguna, nos gustarìa  cuestionar dicha construcciòn, sosteniendo que èsta se sustenta en el paradigma del individualismo, ofrecièndose como un Ideal de Saber inalcanzable para personas comunes, encarnadura de un saber que no ofrece matices: dentro del campo de la incerteza se constituye como una voz de autoridad, que en vez de abrir los interrogantes, los obtura. 
Preferimos, en cambio, la idea de que  intelectual es quien se atreve a cuestionar sus certezas, la primera de ellas: despojarse del narcisismo de creer que sabe algo con independencia de los demàs. No hay saber posible si no es en el contexto de un orden simbòlico compartido, y no hay manera alguna de pensar propiamente dicho que no se asiente en una nueva pregunta: ya no planteado en tèrminos de "difusiòn", sino màs bien, en tèrminos de creaciòn, construcciòn colectiva de saber.
En todo caso, no serà una tarea menor revisar algunos de estos puntos antes de plantear nuevas "discusiones intelectuales", para que quizà èstas adquieran distinto sentido.

P.S.: notemos que "intelectual" tampoco suele aplicarse a polìticos, en esta curiosa "divisiòn del trabajo/saber". Me pregunto: ¿alguien como Lula, con la transformaciòn que promoviò en Brasil, porquè no puede ser reconocido como un intelectual ?



1 ene 2012

Bienvenido 2012

Para mis queridos amigos blogueros un abrazo fraterno y el deseo que tengan un gran año.
Nos estaremos leyendo.