Días atrás, un muy joven muchacho que está comenzando la carrera de Psicología, me preguntó si el psicoanalista, cuando interpreta, por ejemplo, un sueño, no ejerce alguna influencia sobre el "paciente" (ya veremos a qué responde el encomillado). Evidentemente, o bien alguna lectura, o su propia fantasía le causó ese interrogante, y posiblemente también lo interpeló éticamente.
Para no aburrir a los amigos que tienen la amabilidad de leer estas líneas, resumo al máximo la explicación que le di, proponiéndole cambiar la palabra "paciente" por otra más adecuada: "analizante". Mientras que "paciente" remite a una actitud de espera, con una mayor o menor pasividad, el "analizante" es pura actividad: el sueño no son las imágenes del sueño, sino las palabras con las que se lo construye como relato para el analista. Es decir, el sueño son las palabras con las que el analizante construyó un relato que ofrece al analista para su interpretación. Destaquemos desde ya algo: la interpretación que se le vaya a dar será siempre en relación a la singularidad de ese sujeto, porque justamente en el sueño (como en los actos fallidos, los lapsus) se produce lo que podría llamarse un "efecto sujeto", la emergencia del sujeto propiamente dicha. Es a esto a lo que apunta la intervención del analista, y es ésto lo que, justamente, éste jamás podría "controlar" o "influír". La cuestión tiene varias otras aristas a considerar, pero para nuestro propósito no vienen al caso. Quedémonos con la idea de que se producen efectos, no susceptibles de cálculo, y que esos efectos nos hablan de una Otra Escena, de una legalidad diferente que la compone.
Ahora bien, estos efectos muchas veces no tienen una causalidad fácilmente discernible: interpretaciones que podrían considerarse brillantes construcciones intelectuales no logran el menor efecto, sencillamente porque no llegan a ese punto de verdad subjetiva, y a veces un simple silencio opera con mucha mayor eficacia. O a veces el efecto no se produce en el momento y quizá un mes después aparece en el discurso del analizante algo ligado a esto.
Nunca me canso de repetir una de las formulaciones freudianas sobre la concepción de la cura: "pasar de la miseria neurótica al infortunio corriente". Esto, en sí, y entre otras cosas, podría resumirse como un cambio de posición subjetiva frente al mundo: p/ej. dejar una condición de queja y plantearse qué tiene que ver uno, lo que hace y lo que deja de hacer, con las cosas que le ocurren.
Y acá sí llegamos al punto ligado a nuestros habituales temas; no tengo pretensión alguna de hacer un paralelismo entre las vicisitudes de un psicoanálisis con las temáticas políticas, económicas y sociales que atraviesan una sociedad, lo que sería un reduccionismo atroz, pero sí pueden destacarse algunos puntos para reflexionar.
Uno de ellos es que, para bien o para mal, en estos últimos años, el kirchnerismo nos ha obligado a todos a comenzar a pensar qué tenemos que ver, como sociedad, con lo que nos pasa. Efectivamente, más allá de las actuaciones "para la tribuna" que solemos ver de los políticos en la TV, en nuestro nivel, el de simples ciudadanos, se va dando cada vez más el debate de ideas sobre el tipo de sociedad que queremos. Todo está puesto sobre el tapete, con las pasiones que provoca, con los encuentros y con los desencuentros, sí, pero con movilidad. La única posibilidad de construír una sociedad mejor es no a través del consenso, sino de la fecundidad de las ideas, de su transformación, de su apertura multiplicadora. El consenso tiene algo de esterilidad, de conformismo.El consenso es el punto de acuerdo de detención de las ideas, de los actos, de la vida. Podría decirse que llegar al consenso es decretar la muerte de la transformación. La revisión del pasado, que a tanta gente incomoda, es condición para no repetirlo: la revisión del pasado es hacerlo hablar, descifrar su estructura, cortar su circuito repetitivo, poder efectuar su proceso de duelo. Los juicios a los asesinos de uniforme tienen que tener su correlato en los juicios a los asesinos de saco y corbata; en ningún caso importan sus decrépitos cuerpos : solamente el hecho de ser efectivamente alcanzados por la ley. Pero considero aún más importante que estas cosas ocurran en cada uno de nosotros, que en los mismos juzgados: el pacto simbólico que nos ata a leyes, que nos hace comunidad.
Otro efecto es que nuestra mirada sobre los medios de comunicación, ya no volverá a ser la misma. Quizá ahora podamos entender que, al ser los medios empresas dedicadas al negocio de la comunicación, se rijan mucho más por la libertad de empresa que por la de prensa, es decir, la mediación de selección e interpretación que ejercen entre los acontecimientos y el conjunto de la sociedad, están más determinados por sus intereses particulares que por su aporte al bien común, que es la información. Sobre este tema, tampoco podemos ya alegar un desconocimiento que nos exculpe, y, en todo caso, quedará librado a la posición ética de cada uno qué hace con ello.
Recordemos el desvastador efecto que tuvo a fines del 2001 cuando culminó el proceso por el cual el Estado abdicó de su función; volver a poner a la Política como rectora del destino de la sociedad está generando, por el contrario, la incorporación de los jóvenes como nuevos actores sociales, que hoy surgen por sus reclamos estudiantiles. También la posibilidad del casamiento para personas del mismo sexo fue posibilitada por un marco ofrecido desde la política.
Quien escribe estas líneas tiene claramente definido el lugar desde el cual lo hace. Con seguridad esto será leído por otras personas ubicadas en distintos lugares ideológicos, algunos más cercanos, otros en las antípodas, pero creo que a todos y a cada uno, nos es reclamable la honestidad intelectual de abandonar la posición de la queja , comenzando a debatir y definir el tipo de sociedad hacia la cual marchar, sí, pero con un espíritu constructivo: enunciando también, por qué no, qué estamos dispuestos a perder en ello, porque pasar de la miseria neurótica al infortunio corriente, tiene su costo, tanto para el sujeto, como para una sociedad.